EDITORIAL: LA IDEOLOGÍA AL MANDO


“Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente”
K. Marx F.Engels
Manifiesto del Partido Comunista

Siempre ha sido una exigencia del marxismo contextualizar el análisis y la política que se defiende, enmarcarlo en el momento histórico determinado, como requisito indispensable para evitar la resurrección de recetas pasadas y, por lo tanto, el peligro de fosilización política. Desgraciadamente el incontestable estado de postración que sufre el marxismo actualmente ha generado un irónico círculo vicioso entre los que se reclaman del comunismo y aspiran a la superación del actual orden social. Así, por un lado, el estado en que ha dejado la derrota proletaria al marxismo y la desidia con la que sus supuestos depositarios se acercan a él, les impide cerciorarse del enorme desgaste sufrido por la ideología revolucionaria, sometida a numerosos añadidos, adulteraciones y reducciones de todo tipo, y, por otro lado, estos mismos factores impiden la comprensión de lo crucial que resulta el factor consciente, la ideología, en el caso particular de la revolución proletaria, alejando a estos sectores de la impostergable y trascendental tarea de reconstitución y puesta la día de la concepción proletaria del mundo.

Desde el punto de vista histórico más general la revolución proletaria supone la superación total de la sociedad basada en la explotación del hombre y las clases, y esto tiene sus consecuencias. Hasta aquí el desarrollo histórico ha consistido en la sucesión de sistemas de explotación, clasistas, cada vez más complejos y eficaces. Ello dejaba un gran margen de maniobra al espontaneísmo social, a los agregados de coyunturas, al, si se nos permite decirlo así, desarrollo natural de los acontecimientos.
El advenimiento del capitalismo, en general, y de su fase imperialista en particular, supone, y esta es la perspectiva más estudiada, el desarrollo de las condiciones objetivas para una verdadera emancipación revolucionaria (creciente socialización de las relaciones de producción, desarrollo ingente de las fuerzas productivas, proletarización progresiva de la humanidad...). No obstante, por otro lado, y este aspecto sólo fue señalado por algunos elementos avanzados del marxismo, que seguían la experiencia de construcción del socialismo hasta donde más lejos llegó (la Revolución Cultural Proletaria china), el capitalismo también supone la culminación y el perfeccionamiento máximo de todo el desarrollo de la sociedad clasista, de su Estado político, de las formas de explotación, de enajenación... en suma, con el capitalismo se consuma, por decirlo de alguna manera, la forma perfecta de explotación del hombre por el hombre. Así, se generan no sólo las condiciones objetivas de su superación, sino también las de su reestructuración y adaptación. Esto, que no es producto de especulaciones intelectuales, sino que responde a donde ha de llevar un análisis marxista-leninista cabal de la experiencia práctica histórica del socialismo, del exponente más elevado de la lucha de clase del proletariado, debe de hacer bascular el peso de la cuestión del factor objetivo, que es donde los comunistas tradicionalmente han puesto el acento, a lo subjetivo, a replantearse la revolución como un acto de consciencia contra, y sobre la base de, las condiciones dadas, como un proceso de construcción deliberado y planificado de lo nuevo, echando a un lado todo ese espurio optimismo histórico, hoy, en tiempos de debacle, fácilmente reconocible como apatía intelectual y puro seguidismo, que creía nadar a favor de la historia, que con su mero desenvolvimiento permitiría limitarse a gestionar la revolución, sin tener que pensar demasiado en cómo hacerla.
El derrumbe de prácticamente toda la obra edificada a partir de la Revolución de Octubre ha puesto en evidencia todo este paradigma. Es evidente que la necesidad histórica de revolución no ha perdido vigencia, lo que sí ha caducado es una determinada forma de afrontarla.
Esta es la peculiaridad de la época en que nos encontramos, el interregno entre dos ciclos revolucionaros, uno agotado, precisamente por las carencias del plan consciente de transformación, del marxismo (este es el aspecto crucial, pues si bien es el único corpus doctrinal cuyas bases y presupuestos responden radicalmente a cualquier forma de concepción burguesa del mundo – y la caída junto con él de cualquier ideal emancipatorio no hace sino confirmarlo-, la incapacidad de adaptarlo creadoramente a los nuevos problemas que iba planteando la transformación revolucionaria, con lo que cada vez más se iban recogiendo elementos de matriz burguesa para parchear las deficiencias revolucionarias de lo que se estaba construyendo, facilitó de sobremanera la fagocitación de lo nuevo por lo viejo), por su desgaste, y no por el cambio, o el peso excesivo, de tal o cual factor objetivo, y otro que se anuncia, pero que necesita que pongamos la guía transformadora a la altura de donde la ha dejado la práctica histórica. Esta labor crítica, de síntesis, desarrollo y confrontación, principalmente ideológica, es la esfera desde la que reactivar el movimiento revolucionario, de sacarlo de décadas de estancamiento y fracasos, para volver a hacer avanzar la rueda de la historia y salir de esta segunda edad oscura.

1 comentario:

Sweetrevolution dijo...

Hermano me gusto tu articulo y en realidad una pregunta. ¿Qué se deberia hacer con un gobierno que se hace llamar socialista y en realidad es un disras y un centralismo?¿Como se deberia organizar una resistencia y como se deberia organizar?