UN SENDERO HACIA LA LUZ




Este mayo se cumplen quince años de la masacre del penal de Canto Grande en la que las fuerzas del Estado peruano masacraron a más de 100 prisioneros senderistas. Aquel era un momento de pujanza de la Guerra Popular liderada por el Partido Comunista de Perú, a la que las fuerzas de lo viejo sólo supieron responder con el exterminio. Hoy la Revolución peruana ha sido derrotada (no nos cabe duda que por los propios errores de los revolucionarios, a los que llamamos a hacer balance), aunque entre los Andes aún ruge esporádicamente el fragor de la esperanza, pero el fresco de la realidad peruana se nos muestra tan paupérrimo, y aún más, que antes. Claro está que el podrido orden social vigente es incapaz de ofrecer más alternativa que la abierta rebelión de los pisoteados. Eso es lo que queremos resaltar.
Sin embargo, por todo el mundo vemos ese cuadro miserable, y no obstante sólo en algunos lugares, como Perú, la rebelión latente se logró cohesionar y avanzar victoriosa.
Esa es precisamente la lección, el ejemplo que nos legó el PCP. Este Partido supo sintetizar lo más adelantado del marxismo de su época (la experiencia china), aplicarlo creadoramente a su realidad concreta y mantener en alto la bandera roja en un tiempo de marasmo generalizado. Demostró que la teoría revolucionaria aplicada acertadamente es capaz de generar vida, que los condicionantes objetivos por sí solos no valen, que hace falta algo más para convertirlos en un movimiento social, no en un sentido laxo, sino consciente y transformador, revolucionario. Ese algo es la ideología revolucionaria.
La personificación palpable de ese proceso la pudimos ver en los patios del citado penal, donde el producto más explotado, degradado y humillado de siglos de colonialismo e imperialismo, el campesino quechua, supo pintar de rojo las tenebrosas mazmorras de lo caduco, supo borrar la deshumanizante desesperación y el silencio de los barrotes con armoniosos cantos al futuro, y supo desfilar disciplinada y desafiantemente ante las chirriantes mandíbulas de los perros guardianes de la miseria.
Es por eso que siempre serán fuente de inspiración y respeto por parte de todos los oprimidos y revolucionarios. ¡Honor y gloria a los camaradas mártires de la Revolución peruana!
Sertorio

1 comentario:

Héctor dijo...

Está muy guapo y muy currado.
Enhorabuena