EDITORIAL: La República, el Estado y la Revolución



Cabe, entonces, preguntarse: ¿qué transformación sufrirá el Estado en la sociedad comunista? O, en otros términos: ¿qué funciones sociales, análogas a las actuales funciones del Estado, subsistirán entonces? Esta pregunta sólo puede contestarse científicamente, y por más que acoplemos de mil maneras la palabra ’pueblo’ y la palabra ’Estado’, no nos acercaremos ni un pelo a la solución del problema.
Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el periodo de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este periodo corresponde también un periodo político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado.”

K. Marx, Crítica del programa de Gotha


El movimiento comunista lleva muchas décadas en crisis. De hecho, la actual situación no es un trastorno coyuntural cualquiera, sino que es el producto de múltiples crisis acumuladas que lo han llevado a la situación actual de descomposición y a la pérdida de cualquier referencia revolucionaria. Es decir, nos hallamos ante los efectos de una derrota de la revolución en toda la línea, ante una crisis de calado histórico. Con esto no desvelamos ningún misterio, ni le descubrimos el mundo a nadie; entonces ¿por qué la mayoría de lo que queda del movimiento comunista sigue aferrado a sus fracasadas concepciones como si nada hubiera pasado?
Resumiendo, podemos decir que el origen primigenio de esta multitud de crisis que han llevado al colapso está fundamentalmente en la ruptura incompleta del comunismo respecto al paradigma socialdemócrata del que surgió. Sucintamente, podemos resumir éste como la pretensión de que la reforma traería la revolución, que desde las reivindicaciones inmediatas de las masas se puede generar conciencia revolucionaria. Esta idea ha resultado un fracaso, que se hace más evidente hoy que no existe esa perspectiva revolucionaria que dominó la vida del mundo desde la toma de la Bastilla a la caída del Muro, y que fue la única circunstancia que le pudo dar un viso de viabilidad. A medida que, tras el potente chispazo que supuso la Revolución de Octubre, el movimiento comunista se mostraba incapaz de desarrollar la senda revolucionaria (salvo gloriosas excepciones), iba siendo cada vez más prisionero de estas viejas concepciones, progresivamente degeneradas (eurocomunismo) a medida que los viejos partidos comunistas eran fagocitados por el revisionismo y el sistema. Ésta, por cierto, es otra de las realidades que ha desvelado la fecunda experiencia revolucionaria del siglo XX, la enorme capacidad de asimilación de que ha dado muestra el sistema capitalista. Creemos que esto, junto al estado de postración y liquidación que actualmente muestra el movimiento comunista, son razones más que suficientes para una urgentemente necesaria autocrítica de fondo del conjunto del movimiento.
Por supuesto, este rápido descenso a los infiernos desde la justa confianza en ese “cielo en la tierra” a la absoluta falta de perspectiva y descarada convergencia ideológica con el sistema que domina hoy en día, ha tomado en cada lugar formas e idiosincrasias autóctonas.
En el Estado español este imparable declive se ha materializado políticamente en la sempiterna fase de transición, aceptada con toda naturalidad y sin la más mínima crítica por quienes, en estos lares, se acercan al comunismo. Esta fase de transición, la necesidad de una república previa al socialismo, ha sido justificada de todas las formas imaginables (fase antifascista, antimonopolista, recuperaciones democráticas varias, etc.), todas ellas igualmente alejadas y opuestas a los más elementales principios marxistas, y también basándose en una burda mistificación de la II República.
En primer lugar, olvidan cualquier problemática marxista relacionada con el Estado, hablando de democratizar éste. ¿Democratizar el aparato político que sanciona la dominación capitalista y la esclavitud asalariada? El marxismo-leninismo deja sentado que el Estado es un órgano de opresión de una clase o clases sobre otras. Es decir, una unidad dialéctica donde la dictadura que perpetúa un sistema social sobre las clases subordinadas se interpenetra con el disfrute, la democracia, de esta situación para los grupos dominantes. Además, un siglo de experiencias revolucionarias (la soviética y la china principalmente) demuestran que el Estado no es un simple instrumento neutro que puede ser utilizado por cualquier clase. El Estado es un producto de la sociedad de clases y nace con ella, como expresión de que los antagonismos sociales se han vuelto inconciliables. Es un organismo que se fortalece y perfecciona de la mano del desarrollo de la sociedad clasista, culminando en esa estructura omnipresente que es el Estado capitalista. Es por ello que el proletariado, última expresión del milenario desarrollo de la explotación del hombre y cuya misión es la abolición de la sociedad de clases, y por tanto del Estado, no puede valerse simplemente de este organismo, sino que éste es en sí mismo una estructura perpetuadora que por su naturaleza es un obstáculo a la consecución última de la revolución proletaria. Esta idea de la neutralidad del Estado, pomposamente disimulada bajo una avalancha de fraseología sobre la “democracia” y la “democratización” tiene su origen en Lassalle, mezclándose en la codificación que del marxismo hizo la socialdemocracia alemana y pasando desde aquí, como tantos otros lastres, al comunismo. En el Estado español la expresión última y más degenerada de estas ideas se materializa en el culto comunista a la República.
Por supuesto, la revolución, que nace de una sociedad marcada por la división social del trabajo, la subordinación y el embrutecimiento del trabajador manual, y en la que perduran las clases y su lucha, no puede prescindir del Estado. Pero éste no puede ser cualquiera, y aquí Marx y Lenin son particularmente claros cuando afirman que el proletariado “debe romper la máquina burocrático-militar del Estado”. No obstante, por esa peculiar posición socioeconómica que señalamos el proletariado no puede generar estructuras políticas de dominación propias (no puede explotar económicamente a otras clases), debiendo valerse de las formas estatales burguesas que mejor permiten el despliegue de la lucha de clases, es decir, cuando aquella clase era aún revolucionaria, cuya máxima expresión seguramente se encuentra en el Terror, y que el proletariado perfeccionó con la Comuna y los soviets. Así, para el proletariado democracia es sinónimo de estructuras que mejor permiten el desenvolvimiento de su lucha de clase revolucionaria. El germen y la base de este Estado es el poder de las masas armadas.
Así pues, plantear, como hacen hoy en día nuestros republicanos, una fase democrática o democratizadora en el camino hacia el socialismo (siempre en abstracto y sine die, lo que nos da la certeza de que es mera demagogia) es ocultarle a las masas el verdadero carácter del Estado y su contenido como dictadura de clase.
Uno de los principales argumentos para justificar la fase republicana se basa en que el actual Estado es heredero del franquismo, surgido sobre las ruinas de la II República, y es necesario limpiarlo de un “déficit democrático”. Concederemos generosamente que tamaña falsedad histórica es fruto del desconocimiento de la concepción marxista del Estado. Éste, además de como órgano de dictadura de clase, se presenta también como alianza de los grupos socialmente dominantes. La II República supuso una ampliación de esta alianza con la entrada de una burguesía reformista, a la que, ante la gravedad de la crisis social y la amenaza de la revolución, se le permitió pasar a gestionar el Estado. Pero la República se limitó a tomar el aparato estatal monárquico sin la más mínima depuración, y sus pilares fundamentales, ejército, policía y burocracia, permanecieron intactos. De hecho, la República se mostró igual de implacable con la secular rebelión campesina (el célebre ejemplo de Casas Viejas –por cierto, sucedido durante el bienio progresista, bajo el gobierno republicano-socialista- es sólo la punta del iceberg) y aplastó salvajemente la Revolución de Asturias. Es más, fue la médula del aparato del Estado republicano –el ejército- el que se sublevó contra el gobierno en 1936, y el que todavía nos oprime hoy.
Así pues, nada más miope que hablar de una continuidad antidemocrática hoy en día. Ésta es cierta, pero se remonta mucho más tiempo atrás, no siendo este “déficit”, que tanto escandaliza a nuestros paladines de la democracia pura, más que la normal expresión de la democracia burguesa, erigida sobre la opresión y la explotación de los trabajadores, y que clama a gritos su destrucción.
Por lo demás, es evidente que el Estado español es un país imperialista, de capitalismo desarrollado, donde todas las condiciones objetivas ponen a la orden del día la Revolución Socialista.
Así, continuidad sí, pero de la explotación capitalista. El proletariado no superará nunca estas supuestas deficiencias democráticas más que imponiendo su democracia, la dictadura del proletariado. Todas las condiciones objetivas para ello están sobre la escena, estando centrada la problemática en las subjetivas, es decir, en el sujeto revolucionario. Se necesita una total puesta al día de la ideología revolucionaria, del marxismo, y la reconstitución del principal instrumento de la revolución, el Partido Comunista. El problema del Estado es una de las cuestiones fundamentales de la revolución y de la pugna por reconstituir el movimiento revolucionario, y las consignas se van delimitando: o Dictadura del Proletariado o República, con su correlato, que tristemente ya hemos experimentado en este país, de instrumentalización de la clase obrera por intereses ajenos y adocenamiento de su proyecto revolucionario.

Tercera República: ocho puntos adelante, mil pasos atrás



Sucede a veces que la historia, de alguna manera, se repite. Lo curioso (¿o deberíamos decir patético?) es que, cuando esto es así, lo hace con tintes bastante mórbidos. Hace ya casi un siglo, entre los partidos socialdemócratas adheridos a la segunda internacional, especialmente el alemán, liderado por Kautsky, estaba muy de moda presentar a las masas dos tipos de programas políticos: el mínimo y el máximo. En el primero aparecían todo tipo de reformas económicas que pretendían mejorar la vida del proletariado y hacer su existencia algo más llevadera, utilizando como armas el parlamentarismo y las medidas sindicales, es decir, economicismo puro y duro. Mientras, en el segundo, se definía el socialismo como el lugar al que se pretendía llegar, pese a que siempre se lo colocase en un horizonte cada vez más lejano. La revolución fue perdiendo vigencia a ojos de los reformistas, preocupados como estaban en contar una y otra vez sus votos y en convencer al proletariado de que llegaría al poder de manera pacífica. Frases como la de Karl Kautsky, máximo ideólogo del partido socialdemócrata alemán y la segunda internacional tras la muerte de Engels en 1895, suponen el corolario ideológico de la tergiversación filistea del marxismo:

"La meta de nuestra lucha política sigue siendo la que ha sido hasta aquí, conquistar el poder del Estado ganando la mayoría en el parlamento y hacer del parlamento el dueño del gobierno."(
Karl Kautsky)

Del mismo modo, muchas de las agrupaciones que dicen luchar por el comunismo hoy en día en el Estado español creen haber encontrado en la tercera república la solución a todos sus males y fracasos parlamentaristas. Imbuidos de palabrerías como "democracia participativa" o "soberanía popular", han conseguido que la tercera república burguesa se plantee como el único anhelo posible para el proletariado, como la panacea del progreso, el último paso para la liberación humana. La historia vuelve por donde solía, pero con el tinte mórbido, no ya del olvido, sino de la eliminación del programa máximo y por tanto de la revolución. Esto, que ya de por sí supone todo un retroceso respecto a las peores prácticas reformistas, siempre tildadas de "realistas", de hace más de un siglo de antigüedad, es un claro signo del momento histórico en que nos encontramos: la revolución socialista, aquella que no hace tanto significaba la más luminosa de las auroras para el conjunto de la humanidad, la única esperanza para los oprimidos de la Tierra, se ve sustituida hoy por otro proyecto más de corte reformista, pretendiendo que el proletariado se incline ante un nuevo golpe más del "pragmatismo" y el "realismo" que tanto llenan las bocas de aquellos que falsamente se atribuyen el epíteto de "comunistas". Pero como no podía ser de otra forma, todo proyecto político, por mucho retroceso que éste implique respecto a la verdadera lucha que ha de darse contra la esclavitud asalariada y las instituciones que la perpetúan, necesita de una concreción material; falto como está el movimiento comunista de teoría emancipadora, éste se agarra a cualquier clavo ardiendo que lleve la etiqueta de "unidad" y "pluralidad" y pueda plasmarse en documentos que den fe de lo unidos y respetuosos que se muestran ante todo lo que no provenga de la gran burguesía, articulada en el binomio PP-PSOE.
Así pues, si antes se podía echar en cara al movimiento "comunista" el que reverenciase la bandera tricolor y se postrase ante su historia, obviando sucesos como los de Casas Viejas o los acontecimientos de Asturias, que ponían de relieve su carácter burgués, a día de hoy todo ello se ha plasmado en un documento que, como ellos mismos dicen, supone un "programa mínimo de ocho puntos". Como ya hemos comentado, esta nueva sumisión ante la legalidad burguesa por parte de aquellos que se denominan "comunistas" supone no sólo todo un retroceso programático, pues ni siquiera se alude a ningún programa máximo (suponemos que los comités centrales de estos partidos lo siguen redactando, en busca del consabido consenso que tanto les gusta enarbolar), sino que, además, constituye el golpe de gracia a las esperanzas de instaurar la dictadura del proletariado como único medio para acabar con la división clasista de la sociedad. La nueva panacea del reformismo, plasmada en ocho puntos, es la siguiente:

1. Recuperación democrática.
2. Restablecimiento de la soberanía popular.
3. Derecho a la autodeterminación de los pueblos.
4. Independencia nacional.
5. Derogación de la Constitución de 1978.
6. Recuperación de la memoria histórica.
7. Defensa de la República, con carácter laico, democrático, popular y federal.
8. No a la Constitución Europea.
Por supuesto, nada más lejos en estos puntos que un análisis de clase mínimamente coherente: la ideología pequeñoburguesa consigue hacer pasar a la monarquía como la única y exclusiva culpable de los males que padece el proletariado; de este modo, su eliminación provocaría la llegada del reino de la libertad, igualdad y fraternidad a la tierra. En ningún momento se hace referencia a la división en clases de la sociedad, verdadero germen que hay que expulsar mediante la revolución socialista; tampoco se menta la explotación provocada por el trabajo asalariado, ¡ni siquiera aparece una sola vez la palabra "capitalismo"! Más que ocho puntos por la república, parece todo un manual para echar por la borda todo análisis basado en el materialismo histórico. La bancarrota ideológica que supone este alegato a favor de una nueva república burguesa se demuestra en la existencia de absurdos, como el presentar la nacionalización de los medios de producción como la mayor de las panaceas; aún hoy sigue habiendo quienes no sólo confunden nacionalizar con socializar los medios de producción, sino que no se percatan de que lo jurídico no tiene por qué ir necesariamente unido a lo social; un rápido vistazo a la historia de la URSS les demostraría cuán equivocados se encuentran.[1]
Dentro de los ocho puntos, encontramos uno especialmente incoherente si tenemos en cuenta la configuración mundial actual: el de la independencia nacional. Nuestros queridos "comunistas" plantean que el Estado español, octava economía del planeta, no es independiente. ¡¡Curiosa forma esta de olvidar todo el desfalco imperialista que ha llevado a cabo nuestra burguesía patria, apropiándose de recursos y gigantescas plusvalías en Estados, estos sí, sometidos a los designios de las clases dominantes, entre ellas la del Estado español!! Estos señores deberían ir a preguntar a los presidentes de Telefónica, BBVA, o el BSCH si se sienten "atados", "oprimidos", o si sienten "falta de libertad", en vez de proclamar que la burguesía española es presa de la estadounidense por el mero hecho de albergar en su territorio bases del ejército yanqui. Siguiendo con este razonamiento, las clases dominantes de los Estados japonés y alemán, por ejemplo, también se encontrarían atadas de pies y manos, pues en ambos países hay diversas bases estadounidenses. De hecho, lo que se puede ver con total claridad es lo contrario, es decir, la democracia que impera, en la mayoría de los casos, en las relaciones entre las diversas burguesías de los Estados imperialistas, la española entre ellas: todas y cada una de ellas llegan a acuerdos pacíficos sobre la compra y venta de empresas aquende y allende de nuestras fronteras, dependiendo de dónde esperen conseguir mayores plusvalías producidas por la explotación de la fuerza de trabajo del proletariado que allí resida; el que unas u otras clases dominantes acepten participar en una guerra de rapiña depende de los beneficios que de ellas esperen recoger. El Estado español mantiene tropas apoyando guerras de rapiña en Afganistán o el Líbano, y si no las mantuvo en Irak se debió simplemente a que una de las facciones de la burguesía, más europeísta, consideró más atractivo retirarlas a cambio de recoger mayor parcela de poder.
Lo más curioso (¿o deberíamos decir de nuevo patético?) es que los grupos que se dicen comunistas han firmado todos estos puntos y han suscrito una por una todas las afirmaciones que éstos contienen. Sin embargo, y pese a toda la deriva burguesa de aquellos que se proclaman comunistas, los cuales parecen haber olvidado que todo Estado implica la dictadura de una clase sobre la otra, la labor histórica del proletariado sigue siendo la de imponer la suya propia y destruir la maquinaria del Estado. Sólo de esta manera será posible hacer realidad los anhelos de libertad, igualdad y fraternidad y volver a plantear tomar el cielo por asalto para así emancipar el género humano.
Quintus

[1] Tan pronto como en 1936, el patido bolchevique se apresuró a identificar la URSS como un Estado en el que la socialización de los medios de producción era un hecho comprobado, y por lo tanto no existía lucha de clase alguna. Sin embargo, si no hay lucha de clases, y admitimos por válida la afirmación de que el Estado no es más que un órgano necesario cuando las contradicciones entre clases son irreconciliables ¿cuál es entonces la necesidad del Estado?

El PCE en la Guerra Civil española.



El mundo en los años 30 se preparaba para un combate nunca visto. Por un lado, las contradicciones entre los estados imperialistas conducían hacia otra “Gran Guerra”. Por el otro lado, estos estados imperialistas intentaban derribar a la primera democracia proletaria, la URSS, que amenazaba el modo de vida de la burguesía y su dictadura en cada uno de sus estados, pues mostraba al mundo el camino de emancipación de las clases explotadas.
En España se concentraron, por unos años, estas contradicciones internacionales, además de las nacionales. La crisis de la Restauración se explica por la falta de adaptación del sistema político a la nueva realidad social –aumento del proletariado y su conciencia de clase, desarrollo de la pequeña burguesía urbana- que significaba un cambio de la estructura de clases, ante el que los terratenientes cuasi-feudales y la burguesía industrial no estaban dispuestos a ceder poder. El primer intento de solución fue el protagonizado por Primo de Rivera, consistió en un blindaje de la sociedad para detener el crecimiento e influencia de las masas urbanas -tanto proletariado como pequeña burguesía- y no perder su tradicional lugar dominante. La IIª República supuso lo contrario, un intento de integración de la pequeña burguesía y de la parte más acomodada de la clase obrera para conjurar el peligro, ante el empuje del proletariado revolucionario, de una revolución socialista. Para esto no era necesario transformar el estado, como la dominación de clase seguía siendo burguesa, el estado –que es la forma en que se plasma esta dominación- no necesitaba apenas cambios, así que la república heredó y mantuvo las estructuras de la Restauración.
Ninguna de las soluciones dio resultado y estalló la guerra, donde se enfrentaron las clases más reaccionarias por un lado y la pequeña burguesía, aliada con el proletariado industrial y rural por otro.
Para entender el desarrollo del conflicto es preciso tener en cuenta la situación internacional. España había sido un socio menor del imperialismo británico, que le había concedido Marruecos como área de influencia. Sin embargo una parte de las clases dominantes deseaban desembarazarse de la tutela británica, apuntándose al nacionalismo de corte fascista en auge en Italia y cada vez más pujante en Alemania. En cuanto a la URSS, su política cada vez iba tomando rumbos menos internacionalistas y más defensistas y chovinistas. En este contexto se explica la táctica de los Frentes Populares aprobada en el VII congreso de la Comintern que pretendía apaciguar las relaciones con los estados capitalistas.
En este contexto puede entenderse la actitud del PCE, que en 1931 es todavía un grupo de poca influencia en el estado, que prácticamente es arrollado por los acontecimientos. Pero en 1936 su influencia es mucho mayor, pero lastrada por la táctica de Frente Popular, que lo imposibilita para defender e instaurar la dictadura del proletariado al defender la dictadura de la burguesía que era la IIª República.
La alianza del PCE con sectores de la burguesía que se plasmó en las elecciones de 1936 significó una subordinación a estos sectores. La pequeña burguesía republicana lo que pretendía era mantener el papel subalterno de España con respecto a Gran Bretaña y Francia, lo que coincidía con los intereses de la URSS de no enfrentarse abiertamente con estas potencias, pues el peligro de la Alemania nazi cada ves era más patente. Por tanto, el PCE, en virtud de su alianza del F.P. y la influencia de la URSS a la que estaba sometido, no se planteó nunca modificar su estrategia que cada vez relegaba más la toma del poder, en favor de la defensa de la IIª república, que, lógicamente, se había demostrado incapaz de subvertir su naturaleza de dictadura de la burguesía.
Así las cosas, da comienzo la guerra civil. Esta no deja de ser la forma más elevada de lucha de clases, en la que se enfrentó el sector más reaccionario de las clases dominantes contra otro más progresista, donde el PCE iría detrás del segundo, pero soportando gran parte del peso de la guerra: soldados, operaciones, cuadros, todo puesto por el PCE, pero a favor de una política burguesa.
Militarmente se mantuvieron, salvo excepciones, a la defensiva, a la espera del la ayuda británica y francesa que nunca llegaría. Las ofensivas, como la del Ebro, pretendían más bien demostrar a las potencias europeas que todavía tenían capacidad militar y eran susceptibles de recibir la ansiada ayuda. Esta estrategia defensista, basada en la hipotética ayuda exterior era una trampa tendida por los propios republicanos a sí mismos, que negaba de antemano la posibilidad de ganar la guerra por sus propios medios. La única oportunidad de ganarla por los propios medios era la Guerra Popular, pues como demostraron las experiencias posteriores –R.P.China, Vietnam...- es la forma propia de lucha de las masas oprimidas, donde toman conciencia, y que se adecua a las circunstancias. La otra opción, la que se impuso, fue la de luchar como ejércitos burgueses, y con una estrategia supeditada a las condiciones externas –la ayuda que nunca llegó-.
Como ejemplos de esto podemos mencionar el caso de Marruecos. Este era una colonia de Estado Español donde se venía desarrollando desde hace mucho una lucha de liberación nacional. Paradójicamente fue la base de Franco desde donde invadió la Península. La propuesta de dos líderes marroquíes de luchar contra los nacionales a cambio de autonomía fue desoída por el gobierno en los primeros meses de la guerra. Esta ayuda hubiera supuesto un fuerte revés en la retaguardia de los sublevados. ¿Por qué no se apoyo la lucha de liberación nacional, como es deber internacionalista de los comunistas? Porque se temía modificar el estado del Mediterráneo: la independencia de una colonia, en un continente completamente dominado –como era el caso África-, podría tener consecuencias nefastas para la configuración imperialista de la época, concretamente para Gran Bretaña, de la que se esperaba su ayuda.
Más concretamente, el Ejercito Popular Republicano, organizado por el PCE, aunque tenía elementos tomados del Ejercito Rojo, no prestaba atención a lo más importante, la ideología y su apoyo en las masas. Los comisarios políticos, que se encargaban de la educación política de los soldados fueron perdiendo importancia y el apoyo guerrillero apenas fue utilizado.
La supeditación a los factores externos acabó llevando a la derrota. Los países “democráticos” dejaron ganar al bando fascista ante la estupefacción de los “demócratas” locales y el PCE, representante del proletariado también.
De esto se concluye la gran importancia de la línea política para un Partido Comunista. Una línea correcta solo puede asegurarse a través de la lucha ideológica dentro de la vanguardia tanto en la etapa prepartidaria como en el Partido después. Esta lucha es síntesis de la práctica y esta orientada a la Revolución. Sin embargo, de esta experiencia carecía casi por completo el PCE, que apenas era un partido surgido del entusiasmo generado por Octubre. De este modo fue incapaz de dar respuestas revolucionarias ante una situación que exigía rapidez de movimientos, como la guerra civil.
Mario

TALLER MARXISTA "La enfermedad infantil del 'izquierdismo' en el comunismo"



En primer lugar, cabe resaltar cuáles son las intenciones que motivan a V.I.Lenin a escribir este folleto en 1920 para la inauguración del II Congreso de la Internacional Comunista: el objetivo es analizar la experiencia de la revolución de octubre en relación con algunas cuestiones de la táctica comunista que se están dando en Europa occidental. Estas tendencias representan el doctrinarismo de izquierda o “izquierdismo” como correligionario del doctrinarismo de derechas (representado por el oportunismo, cuyo ejemplo histórico más esclarecedor puede ser Kautski).
La experiencia bolchevique nos demuestra la variedad de las formas de lucha en la que se desenvuelve: legal e ilegal, clandestino y abierto, propaganda en círculos y entre las masas… En resumen, la flexibilidad, la sensibilidad táctica que caracteriza al leninismo, frente al dogmatismo de izquierdas, que no acepta más que el camino recto, obstinado en rechazar la formas de lucha antiguas sin ver que el nuevo contenido se abre paso a través de toda clase de formas y que el deber de los comunistas es dominarlas todas; y el dogmatismo de derechas el cual no admite más que las formas antiguas y fracasa constantemente por no darse cuenta del nuevo contenido.
Sin lugar a dudas, tras la imponente derrota en que se ha sumido el comunismo, estas tendencias doctrinarias se han enquistado de tal manera en el movimiento comunista que prácticamente todas las organizaciones están contagiadas por una de las dos enfermedades.
Es importante comprender la obra desde el marco en el que se desarrolla, en pleno auge de la tercera o podríamos decir con más acierto y perspectiva de la I Internacional Comunista. Es en este contexto donde Lenin da unas recomendaciones tácticas concretas, éstas no se pueden absolutizar sin contagiarnos de la enfermedad que él quería combatir, no se pueden interpolar a la situación actual.
La gran enseñanza, que nos lega Lenin en esta obra, es desarrollar la revolución desde la flexibilidad táctica bajo la guía de los principios, desde el marxismo-leninismo, el cual sólo puede ser comprendido, sin peligro de caer en el dogmatismo, desde la experiencia histórica de la Revolución de Octubre.
Sólo de esta forma podemos analizar la experiencia bolchevique en nuestro contexto, en relación a la situación actual de la lucha de clases. El eje central sobre el que gira el leninismo como concepción política y nuestra situación actual, es en torno al partido de nuevo tipo, ésta es la condición indispensable para poder desarrollar cualquier actividad revolucionaria, cualquier actividad de vanguardia en las instituciones reaccionarias.
La reconstitución del Partido Comunista es la condición determinante de la táctica consecuente de un comunista hoy en día, en la etapa de derrota más importante de la historia de la revolución, en la que todavía no nos hemos dotado de los instrumentos necesarios para la revolución, ni siquiera, la vanguardia esta preparada para realizar una dirección efectiva en su relación con las masas proletarias.
Desde la comprensión de la situación actual de necesidad del Partido Comunista, podemos comprender la obra de Lenin y elaborar una respuesta a su título VII. ¿Deben actuar los revolucionarios en los sindicatos reaccionarios? Según Lenin la táctica del comunista frente a los sindicatos debe de ser una “escuela de comunismo”, esta afirmación no implica que independientemente de la situación en que se encuentre la lucha de clases el deber del militante comunista sea la participación sindical.
Lenin da directrices en un momento concreto, cuando ya hay un partido de nuevo tipo, entonces si es importante trabajar en los sindicatos reaccionarios como correa de transmisión; pero no rebajando la forma superior de unión de clase (partido de nuevo tipo), a la vieja cumpliendo con sus funciones reaccionarias de reproducir el sistema de dominación a través de la dirección de las luchas inmediatas de la clase obrera. Tal es el trabajo sucio al que se llevan refiriendo los revisionistas enarbolando dogmáticamente el leninismo, sin conocerlo en la totalidad de su experiencia histórica
En resumen para poder realizar una correcta actividad en los sindicatos reaccionarios: elevar a las masas a las posiciones revolucionarias, es necesario el partido de nuevo tipo. Actividad a la que no nos tienen acostumbrados organizaciones revisionistas como la UJCE… que pregonan el sindicalismo tomando las mismas posiciones que los doctrinarios de derecha (mencheviques) durante toda la historia de la revolución.
Otro ejemplo de la riqueza táctica del leninismo es la postura del partido bolchevique frente a la participación en los parlamentos burgueses, dependiendo de las necesidades prácticas de cada momento siempre manteniendo la perspectiva y el objetivo revolucionario sin rebaja alguna de principios. Esta experiencia nos demuestra que el camino hacia la revolución no es lineal, es dialéctico, desenvolviéndose en innumerables contradicciones.
Hoy hay organizaciones como la UJCE (oportunistas kautskianos), que pregonan el dogmatismo de derecha frente a la participación en las elecciones y organizaciones que pregonan el dogmatismo de izquierda en este aspecto, el ejemplo más claro son las organizaciones anarquistas planteando la eterna abstención. Sin lugar a dudas, la JML considera que en la situación actual, en la cual carecemos de partido de nuevo tipo, la postura de los comunistas debe ser la abstención en cuanto boicot activo, aprovechando la situación de apertura política que genera un periodo electoral para desarrollar el debate y hacer llegar nuestra línea.
La cura frente a esta enfermedad, que hoy como en 1920 sigue afectando a nuestro movimiento, sigue siendo la misma que predicaba Lenin, la implacable lucha de dos líneas frente al oportunismo, dogmatismo, en resumen, frente al revisionismo.
En síntesis, contra lo que nos han querido hacer creer toda la ralea de doctrinarios de derecha que llevan muchas décadas dominando el movimiento comunista, la Enfermedad infantil no es una obra de principios, sino una serie de indicaciones tácticas en un momento histórico muy concreto, el inmediatamente posterior a Octubre, frente a la rigidez dogmática de los inmaduros destacamentos que acaban de abrazar el comunismo. El contexto de esta obra es un movimiento revolucionario a la ofensiva, bajo el calor de la Revolución de Octubre, y que cuenta con el sólido aval del partido mundial de la revolución, la Komintern, recién constituida. Nada más miope hoy, que ninguno de estos elementos existe (ni partido bolchevique, ni Internacional, ni auge revolucionario), que seguir agitando esta obra dogmáticamente como una especie de Talmud.

¡Implementemos la Lucha de Dos Líneas!

Desde la Juventud Marxista-Leninista hemos seguido atentamente todo el episodio de la controversia entre el MAI y el PCE(r). Por un lado, por las no disimuladas influencias que sobre nuestros posicionamientos tiene la línea que defiende la primera organización. Por otro lado, por la simpatía natural que en primera instancia despierta la segunda organización entre todos los que consideramos al actual sistema social y a su Estado como nuestro enemigo irreconciliable.
Sin embargo, y no debería haber sido una sorpresa ante la actitud que la mayoría de los destacamentos del movimiento comunista del Estado español mantienen ante la crítica y el debate, la actitud del PCE(r), bastante ofensiva y fuera de tono, nos ha desilusionado de sobremanera. ¿Acaso, y esto va también para todos esos cyberrevolucionarios que se despachan autocomplacientemente con la consabida, y muy rancia por cierto, letanía del “iluminados”, “sectarios”, “intelectualistas”..., al movimiento comunista le va tan bien que pueda permitirse el lujo de despreciar con frases al uso y descalificaciones las críticas fundamentadas desde el marxismo? ¿La derrota de la primera experiencia de la Revolución Proletaria Mundial y décadas de estancamiento y retroceso no son indicios mínimamente razonables como para que el movimiento se plantee una mínima autocrítica de fondo? Es más, aún suponiendo que la línea dominante de la inercia política y organizativa fuese la correcta para el avance del movimiento revolucionario (lo que es mucho suponer), ¿no se debería responder con un mínimo de seriedad, demostrando los errores del contrario y la justeza de las propias posiciones, de forma que éstas salieran reforzadas y el camino a seguir apareciera más iluminado? ¿No es realmente ésta la verdadera actitud comunista y no la dominante de encerrarse en una práctica que lleva décadas demostrando su fracaso en acercarnos mínimamente a la revolución? ¿O acaso hemos dejado de creer en la factibilidad de ésta?
Éstas y otras muchas son las dudas que asaltan a la JML ante el panorama que presenta hoy en día mayoritariamente el Movimiento Comunista Internacional, y desgraciadamente no creemos que nadie las vaya a responder sinceramente.
Sin entrar a valorar el contenido del debate, la JML quiere mostrar pública y abiertamente su conformidad y adhesión con las propuestas organizativas formuladas por el MAI y su oportunidad.
En la JML pensamos que en la actualidad las tareas ideológicas son la base y el “eslabón del que asir la cadena de la revolución”, que la Lucha de Dos Líneas y el deslindamiento ideológico y político son los motores fundamentales de la constitución del partido del proletariado. Así, consideramos que la iniciativa del MAI puede suponer un relanzamiento para este combate ideológico sin cortapisas ni autocensuras, tan necesario como rehuido.
Creemos que en una época de derrota como la que nos ha tocado vivir, derrota que significa disgregación de los principios, pérdida de la referencia del histórico objetivo del Comunismo y, por tanto, inoperancia de la política revolucionaria, es fundamental fomentar áreas de encuentro y referentes organizativos sobre la base de la recuperación de los principios, la Lucha de Dos Líneas y la clarificación ideológica y política como motor de la reconstitución del movimiento revolucionario, del comunismo, en toda su amplitud, pues tal ha sido la envergadura de la derrota.
Es más, y aunque sabemos que los consejos de los que llaman “dogmáticos” (epíteto con el que los oportunistas siempre se han referido a los comunistas revolucionarios, desde Lenin a Mao) suelen ser despreciados por los pragmáticos traficantes de principios, invitamos a la mayoritaria ala derecha del movimiento a que reflexionen en este sentido sobre el resultado de décadas de “unidad” sobre la base de consensos mínimos, de lo que “es posible ahora”, de lo que llaman “real y concreto”, camuflaje, en realidad, de un trasnochado empirismo; “unidad” que nunca se ha cobrado otra víctima que no sea el comunismo revolucionario.
Por último, no queremos olvidar el exigir desde este modesto espacio la liberación de todos los prisioneros políticos, reos en las mazmorras capitalistas, a los que, aunque no compartamos la línea que implementan en la actualidad, desearíamos ver libres y participando en la verdadera lucha por la recomposición de ese movimiento revolucionario que algún día derogará definitivamente las celdas y los barrotes.


Agosto de 2007

EDITORIAL: LA IDEOLOGÍA AL MANDO


“Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente”
K. Marx F.Engels
Manifiesto del Partido Comunista

Siempre ha sido una exigencia del marxismo contextualizar el análisis y la política que se defiende, enmarcarlo en el momento histórico determinado, como requisito indispensable para evitar la resurrección de recetas pasadas y, por lo tanto, el peligro de fosilización política. Desgraciadamente el incontestable estado de postración que sufre el marxismo actualmente ha generado un irónico círculo vicioso entre los que se reclaman del comunismo y aspiran a la superación del actual orden social. Así, por un lado, el estado en que ha dejado la derrota proletaria al marxismo y la desidia con la que sus supuestos depositarios se acercan a él, les impide cerciorarse del enorme desgaste sufrido por la ideología revolucionaria, sometida a numerosos añadidos, adulteraciones y reducciones de todo tipo, y, por otro lado, estos mismos factores impiden la comprensión de lo crucial que resulta el factor consciente, la ideología, en el caso particular de la revolución proletaria, alejando a estos sectores de la impostergable y trascendental tarea de reconstitución y puesta la día de la concepción proletaria del mundo.

Desde el punto de vista histórico más general la revolución proletaria supone la superación total de la sociedad basada en la explotación del hombre y las clases, y esto tiene sus consecuencias. Hasta aquí el desarrollo histórico ha consistido en la sucesión de sistemas de explotación, clasistas, cada vez más complejos y eficaces. Ello dejaba un gran margen de maniobra al espontaneísmo social, a los agregados de coyunturas, al, si se nos permite decirlo así, desarrollo natural de los acontecimientos.
El advenimiento del capitalismo, en general, y de su fase imperialista en particular, supone, y esta es la perspectiva más estudiada, el desarrollo de las condiciones objetivas para una verdadera emancipación revolucionaria (creciente socialización de las relaciones de producción, desarrollo ingente de las fuerzas productivas, proletarización progresiva de la humanidad...). No obstante, por otro lado, y este aspecto sólo fue señalado por algunos elementos avanzados del marxismo, que seguían la experiencia de construcción del socialismo hasta donde más lejos llegó (la Revolución Cultural Proletaria china), el capitalismo también supone la culminación y el perfeccionamiento máximo de todo el desarrollo de la sociedad clasista, de su Estado político, de las formas de explotación, de enajenación... en suma, con el capitalismo se consuma, por decirlo de alguna manera, la forma perfecta de explotación del hombre por el hombre. Así, se generan no sólo las condiciones objetivas de su superación, sino también las de su reestructuración y adaptación. Esto, que no es producto de especulaciones intelectuales, sino que responde a donde ha de llevar un análisis marxista-leninista cabal de la experiencia práctica histórica del socialismo, del exponente más elevado de la lucha de clase del proletariado, debe de hacer bascular el peso de la cuestión del factor objetivo, que es donde los comunistas tradicionalmente han puesto el acento, a lo subjetivo, a replantearse la revolución como un acto de consciencia contra, y sobre la base de, las condiciones dadas, como un proceso de construcción deliberado y planificado de lo nuevo, echando a un lado todo ese espurio optimismo histórico, hoy, en tiempos de debacle, fácilmente reconocible como apatía intelectual y puro seguidismo, que creía nadar a favor de la historia, que con su mero desenvolvimiento permitiría limitarse a gestionar la revolución, sin tener que pensar demasiado en cómo hacerla.
El derrumbe de prácticamente toda la obra edificada a partir de la Revolución de Octubre ha puesto en evidencia todo este paradigma. Es evidente que la necesidad histórica de revolución no ha perdido vigencia, lo que sí ha caducado es una determinada forma de afrontarla.
Esta es la peculiaridad de la época en que nos encontramos, el interregno entre dos ciclos revolucionaros, uno agotado, precisamente por las carencias del plan consciente de transformación, del marxismo (este es el aspecto crucial, pues si bien es el único corpus doctrinal cuyas bases y presupuestos responden radicalmente a cualquier forma de concepción burguesa del mundo – y la caída junto con él de cualquier ideal emancipatorio no hace sino confirmarlo-, la incapacidad de adaptarlo creadoramente a los nuevos problemas que iba planteando la transformación revolucionaria, con lo que cada vez más se iban recogiendo elementos de matriz burguesa para parchear las deficiencias revolucionarias de lo que se estaba construyendo, facilitó de sobremanera la fagocitación de lo nuevo por lo viejo), por su desgaste, y no por el cambio, o el peso excesivo, de tal o cual factor objetivo, y otro que se anuncia, pero que necesita que pongamos la guía transformadora a la altura de donde la ha dejado la práctica histórica. Esta labor crítica, de síntesis, desarrollo y confrontación, principalmente ideológica, es la esfera desde la que reactivar el movimiento revolucionario, de sacarlo de décadas de estancamiento y fracasos, para volver a hacer avanzar la rueda de la historia y salir de esta segunda edad oscura.

STALIN, LA REVOLUCIÓN Y LA CONTRARREVOLUCIÓN




Una de las principales tareas de nuestra época – en la que el primer ciclo revolucionario ha llegado a su fin- es hacer balance de dicho ciclo. Esto significa estudiar las experiencias revolucionarias para extraer de ellas conclusiones que permitan reiniciar un nuevo ciclo sin caer en errores pasados. El estudio debe ser lo más profundo posible y abarcar todos los campos posibles, desde la ciencia a la economía, pasando por el arte, táctica revolucionaria, ideología... Sin olvidar las relaciones entre todos ellos. Solo así se podrá obtener una visión de conjunto de la pasada experiencia revolucionaria y su fracaso. Este balance debe hacerse desde el debate y la lucha de dos líneas entre los comunistas y sus resultados no formarán parte de ninguna extensa obra en diez tomos, sino que pasarán a formar parte de la línea política revolucionaria del próximo ciclo.
Dicho esto, vamos a intentar unas líneas sobre algunos aspectos de uno de los dirigentes más relevantes de la URSS, Stalin y su tesis del Socialismo en un solo país.
Uno de los presupuestos teóricos que los bolcheviques habían heredado de la IIª Internacional era que la Revolución Proletaria estallaría y rápidamente se extendería por el planeta. Sin embargo no fue así y el proletariado soviético se quedó aislado. Este presupuesto partía del la dimensión internacional del desarrollo la revolución, dimensión en la que se habían movido los pensadores socialistas durante la fase librecambista del capitalismo. Sin embargo, la etapa imperialista modificó este presupuesto, sin que nadie reparara en ello hasta que fue demasiado tarde. Este problema inesperado fue objeto de arduos debates entre los bolcheviques, especialmente a la muerte de Lenin. Stalin consiguió sacar adelante su tesis arriba mencionada. Esta era la respuesta a una situación inesperada y sacaba a relucir una de las contradicciones de la Revolución Proletaria Mundial: que es, precisamente, mundial, pero se desenvuelve a través de revoluciones nacionales, enmarcadas en estados.
La situación concreta de la joven república proletaria ante el cerco imperialista y el peligro de invasión era precaria ¿Qué hacer entonces? Stalin propuso continuar avanzando hacia el Socialismo, pero dicho avance sólo era posible a condición de cumplir dos tareas, una internacional y otra nacional. La primera, convertir a la URSS en la base de la Revolución Proletaria Mundial. Esto significa qué la URSS debía dedicarse a apoyar y potenciar a los revolucionarios de otros países y a los movimientos de liberación nacional de pueblos sometidos por el imperialismo. La otra tarea consistía en que el proletariado fuera capaz de atraerse al resto de masas populares vinculándolas a través de un sistema político acorde con sus intereses de clase. En el caso soviético, se trataba de la ya conocida alianza de obreros y campesinos.
Esta tesis, que no era sino el desarrollo del la idea leniniana de la ruptura del eslabón más débil, era coherente con el internacionalismo proletario y permitía el avance hacia el socialismo en la URSS como parte de la Revolución Proletaria Mundial a la vez que impulsaba a esta.
Ahora bien, ¿cual era el contenido socioeconómico de las tareas del proletariado en la URSS? Stalin, a partir de cierto, considera que el único peligro de restauración del capitalismo provenía del exterior, ya que las antiguas clases dominantes habían sido barridas por la Revolución. Entonces la tarea primordial era desarrollar las fuerzas productivas, puesto que se había construido el sistema político acorde con los intereses de clase del proletariado y el campesinado. De este modo se recupera inconscientemente la tesis de la II Internacional del desarrollo de las fuerzas productivas. Lenin, atendiendo a las condiciones específicas rusas, había previsto dos fases de la revolución, una de transición al socialismo, donde se aboliría la propiedad privada, y otra donde, sobre lo anterior, las clases se extinguirían y se alcanzaría la Sociedad Comunista. Esta última es considerada la tercera etapa. Lo importante de este planteamiento es que, donde antes solo había dos etapas – fase inferior y superior del Socialismo- ahora aparecen tres, fruto de subdividir la primera en dos etapas con contenidos socioeconómicos distintos. La novedosa transición al Socialismo se ocuparía de la abolición de la propiedad privada, mientras que la posterior fase inferior del Socialismo haría lo propio con las clases.
Stalin heredó esta visión, y cuando los medios de producción pasan a manos del estado se los considera elementos socialistas y que no pueden generar un fortalecimiento de la burguesía. Con esto y con la eliminación del peligro kulak se consideran solucionadas las vías de restauración capitalista desde el interior. El problema de la restauración del capitalismo a causa del cerco capitalista se pretende solucionar alcanzando y sobrepasando el desarrollo tecnológico de occidente. El desarrollo de las fuerzas productivas pasa a ser la labor fundamental del régimen soviético desde los años 30. De este modo se hace depender a la revolución de un factor ajeno a la lucha de clases, pues las fuerzas productivas eran entendidas como mero desarrollo tecnológico, sin contenido de clase. Esto debilita ideológicamente al proletariado y permite a la burguesía desde dentro de la URSS irse recuperando (porque la burguesía no desapareció, pues la necesidad del estado prueba la permanencia de las clases y su lucha) sin que el proletariado lo perciba.
Esta situación interna permitía al Socialismo en un solo país degenerar. Así, de poner el acento en el aspecto internacional de la contradicción se pasó al nacional. Poco a poco Stalin fue añadiendo elementos que convertían a la URSS y su defensa en la causa del proletariado internacional. De impulsar la Revolución Proletaria Mundial, la URSS pasaba a ser la causa de aquella, a cuya preservación debían encaminarse los esfuerzos de los comunistas.
La subordinación del proletariado a los intereses de la URSS explicará actuaciones de esta en la Revolución China, la Guerra civil española y sobre todo, la disolución de la Komintern. Esta es la organización que expande la Revolución Mundial por los estados, pero, desde el momento en que la cuestión fundamental de la Revolución Mundial son los interese de la URSS como potencia mundial, una herramienta como la Komintern se hace innecesaria.
El desarrollo de la lucha de clases durante le dictadura del proletariado fue una tarea a la que se enfrentó la URSS sin apenas antecedentes históricos de los que aprender (la Comuna de Paris y poco más). La Revolución China intentó ir más allá y no caer en los errores de la URSS, poniendo acertadamente el acento en la lucha de clases tras la toma del poder pero, aunque llegó más lejos, también acabó fracasando.
El estudio de estas experiencias es una de las tareas del balance, para que las futuras generaciones de revolucionarios tengan un referente cuando tomen el poder en el próximo ciclo revolucionario.
Mario

TALLER MARXISTA "El imperialismo fase superior del capitalismo" Vladimir Ilich Lenin



Hace ya 91 años que V.I.Lenin escribió su folleto El imperialismo, fase superior del capitalismo y tras la derrota del ciclo revolucionario que comenzó con Octubre, nos encontramos con un marxismo-leninismo adulterado, apartado de la historia, pero no rebatido, sino que sigue ocupando su lugar como la única concepción revolucionaria del mundo, por eso desde la JML animamos a todo el movimiento comunista a hacer un estudio crítico sobre los clásicos que conformaron el comunismo como ideología revolucionaria, con el fin de su reconstitución ideológica y política.
Desde la JML señalaremos una serie de puntos que hemos considerado reseñar por su importancia.
En primer lugar, el imperialismo es por su esencia económica, el capitalismo monopolista. El capitalismo en su fase libre cambista, debido al continuo desarrollo de la concentración de la producción, cuando llega a un grado muy elevado, genera monopolios. Esa concentración monopolista de las fuerzas productivas es la causa de que ese capitalismo primigenio evolucione a un estado de desarrollo cualitativamente superior, una estructura económica y social más elevada, el sistema imperialista.
El capital financiero monopolista identifica capital industrial y capital bancario tejiendo un entramado de relaciones de interdependencia sobre todos los ámbitos económicos e instituciones burguesas, a la vez que reestructura y circunscribe todos los tipos de relaciones sociales de producción en torno al sistema de dominación y producción imperialista. Esta socialización de la producción es la que caracteriza al imperialismo como sistema, como estructura económica y social más elevada.
En segundo lugar analizaremos los siguientes párrafos, dice Lenin:
“La producción pasa a ser social, pero la apropiación continua siendo privada. Los medios sociales de producción siguen siendo propiedad privada de un reducido número de individuos. (...)”
“(...) nos hallamos ante una socialización de la producción y no ante un simple ‘entrelazamiento’, se advierte que las relaciones de economía y de propiedad privadas constituyen una envoltura que no corresponde ya al contenido, que esa envoltura debe inevitablemente descomponerse si se aplaza con artificio su supresión, que puede permanecer en estado de descomposición durante un período relativamente largo (en el peor de los casos, si la curación del absceso oportunista se prolonga demasiado), pero que, con todo y con eso, será ineluctablemente suprimida.”
Estos extractos pueden dar lugar a interpretaciones no marxistas.
Tras la lectura del primer párrafo podemos encontrarnos con una interpretación economicista, ésta plantearía que la siguiente y última tarea sería la supresión jurídica de la propiedad privada y con el simple desarrollo de las fuerzas productivas nos encontraríamos de bruces con el comunismo.
En el segundo párrafo puede darse una deriva espontaneísta en cuanto que niega el papel activo del sujeto en el desarrollo de la historia, el simple paso del tiempo acabará derrumbando el sistema imperialista, y en la realidad nos encontramos con un sistema imperialista que se mantiene y se reestructura crisis tan crisis.
Estos dos párrafos no son más que la manifestación de la misma cosa, la deriva revisionista que inevitablemente acompaña al marxismo-leninismo como expresión de su contrario ideológico burgués.
La cuestión fundamental la encontramos en qué se entiende por socialización de la producción en el sistema imperialista, estamos de acuerdo con Lenin en cuanto que esa socialización centraliza y organiza las fuerzas productivas (LENIN: El imperialismo, fase superior del capitalismo. Progreso, 1989, p.125), pero no rompe con la división social del trabajo. Si no se elimina la división entre trabajo intelectual y manual (origen de la sociedad de clases), el sistema se reproducirá y generará nuevamente una estructura de clases con otra forma de propiedad.
Estas desviaciones economicistas han ido acompañando al marxismo durante toda su historia. Lenin lucha contra ellas personificadas en la II Internacional y no deja de romper con ellas, esta podredumbre incrustada en el marxismo-leninismo termina por vencer en la Unión Soviética y reproduciendo el sistema de clases; sólo en china mediante la revolución cultural se vuelve a poner acento en la lucha de clases.
Sólo mediante la revolución y la lucha de clases en el seno de la dictadura del proletariado se podrá superar esa contradicción de clases que representa la división del trabajo y así avanzar hacia el comunismo.
Una vez que dejamos claro el carácter sistémico que tiene el imperialismo, se nos plantea una contradicción con las tesis que lo conciben como una política concreta. No es de extrañar que al igual que Kautsky en su tiempo, hoy en día se nos vuelva a presentar esta línea reformista y pacifista burguesa en organizaciones como por ejemplo ATTAC. Plantean que el imperialismo es una de las formas políticas del capitalismo, por tanto debemos “luchar” contra esa política, contra ese imperialismo. Pero esa “lucha” deja intactas las bases económicas del sistema imperialista y esto no va más allá de los buenos deseos.
Otra crítica que hoy nos encontramos con el mismo contenido que hace un siglo, es la pequeño-burguesa. Esta crítica plantea el cambio de rumbo, volver a la libre competencia; estamos de acuerdo como Lenin en que la libre competencia, sin monopolios, podría desarrollar el capitalismo y el comercio con mayor rapidez, pero, prosigue Lenin, cuanto más rápido es el desarrollo del comercio y del capitalismo, más se desarrolla la concentración de la producción y del capital generando monopolios. Pero todavía hay economistas burgueses en el S.XXI que genialmente se creen que rebaten el comunismo diciendo “pero si hay leyes antimonopolio” y Lenin en 1916 señala “Aun en el caso de que los monopolios frenasen actualmente su desarrollo, esto no sería, a pesar de todo, un argumento a favor de la libre competencia, la cual es imposible después de haber dado origen a los monopolios”.
Si en el S.XXI existe el imperialismo, la única solución nos la ofrece el marxismo-leninismo, la revolución proletaria.

¿UN FANTASMA RECORRE EUROPA DEL ESTE?


“Un fantasma recorre Europa , el fantasma del comunismo”
K. Marx F. Engels
El fantasma del comunismo, ese espectro revolucionario y libertador que durante los últimos tiempos no se ha prodigado demasiado en sus apariciones para asustar a los explotadores , parece que si provoca determinado temor en los actuales territorios en los que los fantasmas durante cuatro lustros convertidos en ectoplasmica legión aterrorizaron a los títeres del capitalismo financiero.
Si colocamos sobre un mapa los actuales Estados en los cuales las dietas , parlamentos o en la misma duma sancionan leyes de excepción contra todo lo que representó el socialismo real , nos daremos cuenta de cómo las contradicciones ínter imperialistas se manifiestan en la pugna entre la burguesía europea y el gran capital americano junto con las burguesías emergentes de las naciones ricas en gas y petróleo como Kazajstán y que en su mayoría son los restos de la burguesía burocrática de los anteriores sistemas, en contra de el nuevo objetivo estratégico de Rusia y Bielorrusia de crear un gaseoducto desde el Caucaso con salida al mar en Vladivostock .
Las pugnas ínter burguesas entre Rusia y los títeres americanos y europeos que actualmente son los países del antiguo bloque esta provocando una tensión que va in crescendo , a medida que los nuevos gobiernos se afanan como el polaco y el checo en “lustrar” del peligro bolchevique el porvenir de sus hijos y nietos durante varias generaciones.
Tras la caída del muro en 1989 y desmembración de la URSS en 1991 , la administración de George Bush comienza una ofensiva política económica y diplomática sobre las regiones centro europea , báltica y trascaucásica , el trabajo comenzado por Bush y proseguido concienzudamente por Albright y Clinton durante la década de los noventa se salda con la entrada de los países bálticos junto con Georgia y Ucrania en la OTAN y en las estructuras del imperialismo occidental. El resultado ha sido la creciente militarización de las zonas de la frontera rusa con los nuevos países que formaron parte del campo socialista y la Unión Soviética hundidos en la más absoluta crisis social debido a la privatización de las empresas estatales que han pasado a manos de la nueva burguesía local que en muchos casos formaban parte de la burocracia y la nomenclatura de los anteriores regimenes de las democracias populares.
El segundo nivel de la ofensiva se centraba en el enclave estratégico por antonomasia , que durante todo el siglo XIX y XX fue disputa entre los imperios centrales , el imperio otomano y la Rusia zarista . La península balcánica , victima de las tensiones étnicas y territoriales agitadas por colaboradores del nazi fascismo como Franco Tujdman principal impulsor de la independencia de Croacia , cede y con ella, el sueño de la Yugoslavia socialista que los mismos partisanos forjaron con su entrega y heroísmo para derrotar al fascismo .
Tras la intervención de la OTAN en 1995 se sube un escalón más en el proceso de conformación de un cordón sanitario en torno a las provincias rusas , ya no solo político , institucional y económico sino también militar . Se calcula que en las regiones báltica y centroeuropea habría unos ocho mil soldados de la Alianza Atlántica además de las propias bases estadounidenses .
El actual estado de las cosas viene determinado por la actitud del imperialismo euro-atlántico por asentar su hegemonía política y económica en la zona , en cuyo empeño no cesará hasta que todo los amagos de resistencia al actual proceso de conquista que comandan Condoleeza Rice y Ángela Merkel sean borrados de un plumazo.
La actual ofensiva contra todo lo representado por el fantasma del comunismo va a ser devorado por las leyes de Lustración que en los diferentes países se aprueban sin que el concierto internacional levante la voz .Los casos de Polonia y la República Checa podrían ser los más validos ejemplos y que conformarían las actuales características del “ Estado de nuevo tipo” patrocinado por el gran capital.
Polonia y la República Checa han comenzando una cruzada anticomunista en sus territorios , que dio como resultado en Octubre de 2006 la ilegalización política de la Juventud Comunista Checa KSM y cuyo auto judicial de ilegalización determinaba como causa de esta “ la no renuncia a la revolución violenta que inspira su ideología marxista-leninista”, otras decisiones del nuevo gobierno como el envío de tropas a Irak y Afganistán han sido fuertemente respondido en las calles por el todavía legal Partido Comunista de Bohemia y Moravia , que ha intentado por todos los medios que la decisión sea ratificada en referéndum , dado la oposición de la mayoría de la población al envío de tropas y al igual que el establecimiento de tres bases militares de la OTAN y estadounidenses que el gobierno proyecta en suelo checo .
En Polonia la llegada al poder de la gran coalición de Extrema derecha formada por la Liga de las Familias Polacas LFP , de inspiración ultra-católica y tradicionalista , el Partido Justicia y Ley del mismo corte ideológico , el grupo Autodefensa ligado a los propietarios agrarios , el apoyo de la nueva burguesía surgida tras descapitalización y privatización de las industrias estatales y la nueva inversión económica exterior junto con la necesaria colaboración de la aristocracia obrera de los hijos de Lech Wallesa se inicia un proceso de persecución y exterminio contra el anterior régimen, en el mismo mes de octubre de 2006 el parlamento polaco aprobó una ley que entró en vigor en marzo de 2007 y tiene como límite el 15 de mayo por el que más de 70000 ciudadanos deberían confesar si colaboraron con el anterior sistema. El intento de ruptura con lo viejo roza el paroxismo hasta al punto de llegar a exaltar la colaboración con el nazi-fascismo alemán , al igual que en Letonia país en el cual se levantaron recientemente monumentos a los soldados de la Luftwaffe alemana , que según la leyenda “lucharon gloriosamente contra el bolchevismo” . Los hermanos Kaczynsky primer ministro y presidente de la República preparan una vuelta a las tinieblas de la edad media , y para esto el ministro de educación Roman Giertych prepara una nueva ley de educación basada en el teocentrismo católico y que permite poner en duda la teoría de la evolución rompiendo con su paranoia exponencial la objetividad del hecho científico.
Curiosamente Polonia y la Republica Checa son los candidatos para que su espacio aéreo albergue el nuevo escudo antimisiles que proyecta el departamento de defensa americano.
Dimitrov escribía un articulo en el Pravda tras los sucesos de Austria cuando los miembros del KPA fueron brutalmente sacados de la cárcel y asesinados en silencio mientras la guardia nacional imponía el terror en las barriadas obreras de Viena y en que afiemaba como el anticomunismo se había convertido en el vehiculo ideológico de la burguesía para imponer el fascismo y ahogar al proletariado en su sistema de explotación , hoy cuando el avance del movimiento comunista es retroceso puro y carece de vanguardia , los estertores de Octubre y de sus errores siguen aterrorizando a la burguesía pero sin prender su chispa en el proletariado revolucionario .
Rectúgenos

UN SENDERO HACIA LA LUZ




Este mayo se cumplen quince años de la masacre del penal de Canto Grande en la que las fuerzas del Estado peruano masacraron a más de 100 prisioneros senderistas. Aquel era un momento de pujanza de la Guerra Popular liderada por el Partido Comunista de Perú, a la que las fuerzas de lo viejo sólo supieron responder con el exterminio. Hoy la Revolución peruana ha sido derrotada (no nos cabe duda que por los propios errores de los revolucionarios, a los que llamamos a hacer balance), aunque entre los Andes aún ruge esporádicamente el fragor de la esperanza, pero el fresco de la realidad peruana se nos muestra tan paupérrimo, y aún más, que antes. Claro está que el podrido orden social vigente es incapaz de ofrecer más alternativa que la abierta rebelión de los pisoteados. Eso es lo que queremos resaltar.
Sin embargo, por todo el mundo vemos ese cuadro miserable, y no obstante sólo en algunos lugares, como Perú, la rebelión latente se logró cohesionar y avanzar victoriosa.
Esa es precisamente la lección, el ejemplo que nos legó el PCP. Este Partido supo sintetizar lo más adelantado del marxismo de su época (la experiencia china), aplicarlo creadoramente a su realidad concreta y mantener en alto la bandera roja en un tiempo de marasmo generalizado. Demostró que la teoría revolucionaria aplicada acertadamente es capaz de generar vida, que los condicionantes objetivos por sí solos no valen, que hace falta algo más para convertirlos en un movimiento social, no en un sentido laxo, sino consciente y transformador, revolucionario. Ese algo es la ideología revolucionaria.
La personificación palpable de ese proceso la pudimos ver en los patios del citado penal, donde el producto más explotado, degradado y humillado de siglos de colonialismo e imperialismo, el campesino quechua, supo pintar de rojo las tenebrosas mazmorras de lo caduco, supo borrar la deshumanizante desesperación y el silencio de los barrotes con armoniosos cantos al futuro, y supo desfilar disciplinada y desafiantemente ante las chirriantes mandíbulas de los perros guardianes de la miseria.
Es por eso que siempre serán fuente de inspiración y respeto por parte de todos los oprimidos y revolucionarios. ¡Honor y gloria a los camaradas mártires de la Revolución peruana!
Sertorio